Por Carlos Kamisaki (Universidad de Piura & Nexos Comunitarios)

En Julio del 2015, estudiantes de la Facultad de Psicología de la Universidad de Piura (UDEP) viajaron a Urubamba participando en el Programa de Aprendizaje de nuestra organización, Nexos Comunitarios (NC) Además de las actividades que los profesores y las alumnas y alumnos habían preparado, los participantes aprenderían de las comunidades con las que trabajamos.
Para mí, como estudiante de UDEP y miembro de NC, fue especial ser parte de esta experiencia. Me entusiasmaba vivir nuevamente en las realidades en donde trabajamos, pero esta vez acompañado de un grupo distinto de personas. Antes de su llegada, pensaba en cuál sería la actitud de los estudiantes, estableciendo relaciones con otras peruanas y peruanos, en un contexto completamente distinto al de la ciudad en donde vivimos (Lima).
Tan importante como la reacción de mis compañeros, era para mí, la actitud de las personas del valle. Cómo actuarían mis amigos y amigas de de Media Luna en el momento de presentar su propuesta de turismo. En realidad, todos nosotros, los miembros de NC, teníamos muchas expectativas respecto a este programa, era la primera vez que recibíamos a un grupo de estudiantes, peruanos, tan grande. Usualmente, son extranjeros los que participan de los programas.
Después del primer día, los varones nos separamos para viajar a Cuncani. Ya en la escuela, nos instalamos en donde nos quedaríamos a dormir y experimentamos el frío, la incomodidad, el esfuerzo por la altura y muchos otros aspectos propios de la vida en la montaña. En el almuerzo comimos en el comedor de la Escuela de Cuncani, que es el lugar en donde ser sirve el Programa de Almuerzos que lidera NC.

Es increíble para mí pensar, cómo estamos unidos en un mismo territorio, pero ir de un lugar a otro, me hace sentir que estoy en un lugar completamente desconocido. Nuestros compatriotas en Cuncani visten de colores y se expresan en una lengua que no forma parte de nuestras costumbres (Quechua) , a pesar que la existencia del Quechua se remonte a etapas anteriores a la llegada de los españoles. Mientras recorríamos la comunidad, les comentaba sobre nuestra lucha contra la anemia, y cómo la hemos venido venciendo gracias a la dedicación del equipo NC y la generosidad de los padrinos del programa.
Los talleres que los alumnos prepararon tuvieron como objetivo que las niñas y los niños logren reconocerse a sí mismos, que aprecien sus valores y que persigan sus sueños. Mientras se desarrollaban los talleres, íbamos aprendiendo sobre su cultura, el valor que le de la tierra, recordándonos la inocencia que vamos perdiendo al crecer. Disfruté mucho viendo sus sonrisas, pues me recordaban que podemos ser felices sin complicarnos con cosas materiales.
El grupo se repartió las tareas, lo que les permitió decidir qué actividades serían apropiadas según la edad. Todos trabajamos con los más pequeños, porque era el grupo de estudiantes más demandante. Si bien tuvieron un desempeño muy bueno, la barrera del idioma nos complicaba interactuar al 100%. De no ser por el profesor Anacleto, quien nos ayudó con el Quechua, realmente no hubiésemos podido llegar a compartir tanto.
Mientras el tiempo iba pasando, seguían apareciendo varios momentos especiales, uno de ellos fue cuando las niñas y niños más pequeños, nos enseñaron sus cuadernos con trazos de cómo ellos escribirían sus nombres en español. Porque el Quechua es lo normal para ellos, pero el español lo aprenden para poder relacionarse con visitantes. Sin embargo, tuve que reconocer, que somos nosotros quienes tenemos que adaptarnos a su comunidad, respetar y admirar su cultura, aprender de su trabajo y su dialecto. Más y más, reafirmaba mi interés en trabajar para acompañarlos a tener más oportunidades para ellos. Como cualquier niño que empieza a andar en este mundo, los de Cuncani también son brillantes, creadores, fuertes, inteligentes y con un respeto por la tierra muy especial, uno que no he visto en la ciudad, jamás.
Sin temor a equivocarme, siento que en esos días aprendimos más de lo que esperábamos. Es decir, los talleres fueron importantes, pero creo que más poderoso es el cambio que puede tener quien aprenda de la realidad de nuestras comunidades. Finalmente regresamos a Urubamba para juntarnos con las chicas. Ellas habrían tenido su experiencia y sus propias conclusiones. Por nuestra parte, cada uno quería regresar a casa y contarle a todos lo que habíamos aprendido.
Las actitudes en las que tanto pensaba antes de iniciarse el programa, fueron muy reconfortantes. Mis amigos y amigas en Media Luna hicieron un extraordinario papel presentando sus talleres y demostraron una vez más que su trabajo en turismo rural es maravilloso; uniendo no solo a los extranjeros con esta mina de belleza que es el Perú, sino también a nosotros mismos peruanos, quienes tenemos la suerte de vivir en esta parte del planeta.
Quiero terminar de contar mi experiencia, animando a más personas a que se animen a trabajar por el cambio a que sean el cambio, así como lo intentamos nosotros. Siempre hay un espacio para quien quiere conocer más sobre otros espacios, sobre Desarrollo Humano Responsable. El futuro aguarda y cada persona es pieza clave para lo que nos falta alcanzar.